Viajar cuando tienes 20 vs viajar cuando tienes 30
- cerebroandromeda
- 1 sept 2017
- 3 Min. de lectura
Cuando tenemos veintidós años creemos que seremos jóvenes para siempre. Falso. Envejecemos, lo cual no significa que sea el fin de viajar en modo “joven”. En absoluto. Siempre podremos seguir quedándonos en hostels, coger el bus local, comprar comida de un puesto en la calle y vivir la vida de mochilero al 100 %. Eso sí, digamos que la cosa cambia un poco y a continuación te digo por qué…

Cuando tienes veinte siempre se encuentra un hueco para viajar, sin embargo a los treinta las cosas cambian. Llegan los compromisos y las responsabilidades y puede que tengas los días limitados para irte de viaje. Sin embargo, no vale la pena lamentarse y no hacer nada al respecto. ¡Siempre se encuentra el momento para viajar!
La mayoría de los veinteañeros que viajan por primera vez, tienden a llevarse con ellos una gran cantidad de cosas. Los ves a menudo cargando 18 kilos de toallas y camisetas dejando casi vacía la habitación. Con el paso del tiempo, acabas aprendiendo cómo hacer la maleta de manera inteligente (seguramente ayuda el hecho de que tu madre no esté cerca suplicándote que te lleves todo el botiquín de primeros auxilios).

Esos hostels a los que uno acude en busca de fiesta pueden ser una gran idea cuando tienes veinte años (dormir es de aburridos, ¿no?) Bueno, pues resulta que cuando tienes unos cuantos años más, el hecho de dormir es en realidad bastante valioso. Los albergues todavía molan a los treinta, pero lo de pasar las noches en vela ya ha perdido su gracia. ¿De verdad necesitamos música a todo volumen a las 4 de la mañana? ¿No podemos simplemente tomar una cerveza fresquita e irnos a la cama a una hora decente?
Irse de bares está muy bien, pero beberse el bar entero ya no tanto. Más que nada porque las resacas pasan factura al día siguiente (¡las resacas a los treinta son aún peores!) Así que recuerda: sólo porque la cerveza sea barata no significa que tengas que acabarte el bidón. Y es que despertarse a la mañana siguiente con náuseas (sobre todo si se trata de un destino con clima tropical) no es gracioso en absoluto…
Solemos pensar que nuestro cuerpo aguanta todo tipo de temporales, pero lo cierto es que con el paso de los años vamos notando que a nuestro cuerpo le toca descansar. Cuando tienes veinte puedes pasarte todo el día de arriba abajo y por la noche todavía tienes energía para irte de fiesta. En cambio, cuando tienes treinta lo que haces es organizarte con antelación, de manera que si planeas salir esa noche, reduces el ritmo durante el día. Es así. Triste pero práctico.

La mayor parte de viajeros jóvenes se sienten aterrorizados pensando en la posibilidad de viajar sin amigos (se sienten más entusiasmados si un amigo los acompaña durante todo el viaje) Esto cambia cuando pasa una década y después de todas tus experiencias por el mundo te das cuenta de que posees de sobra lo que hay que tener para disfrutar de tu propia compañía mientras viajas.
No hay nada como experimentar algo alucinante por primera vez. Pero una vez que empiezas a vivir tu segundo safari, tu cuarto continente o tu quinto monumento de obligada visita, la cosa cambia. Y es que es difícil no compararlas con algo que has visto hace diez años. Aunque, ¿sabes qué? Intenta ver cada cosa como si fuese la primera vez porque las comparaciones son odiosas.
La mayor parte de los mochileros comienzan sus primeros viajes con cientos de listas de cosas que quieren ver- Por alguna extraña razón, la gente se obsesiona con este tema (¡yo mismo he experimentado eso!) Sin embargo, cuando te vas haciendo mayor te das cuenta de la realidad: es imposible verlo todo o ir a todas partes. Así que relájate y vive el momento.

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